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(Propuesta lanzada desde 2020 Rebelión por el Clima para organizar una protesta de calle, sencilla, descentralizada, segura y replicable en todo el Estado el 5 de junio)

¿Qué queremos hacer?

Retomar las calles cuanto antes. Organizaremos una acción sencilla, descentralizada  y segura en diferentes puntos del Estado, que combine un formato más sencillo (consistente en la colocación de pancartas ocupando una gran superficie en el suelo para generar una potente vista aérea -ver aquí) con un formato más atrevido (consistente en una concentración manteniendo la distancia de seguridad, como las que se han visto recientemente en Grecia, Portugal o Israel), para que cada territorio elija el que mejor le venga o combine ambos.

La propuesta es construir sobre la idea del corazón verde, que ya se ha utilizado en defensa de los servicios públicos, para hacer crecer la idea y que represente todo lo que queremos para salir de la crisis, es decir, que proporcione una narrativa amplia, de salida de la crisis con justicia social y ambiental interpele a sectores amplios: sindicatos, colectivos por una vivienda digna, colectivos contra la pobreza energética, colectivos por la justicia económica y social, colectivos feministas, colectivos antirracistas, colectivos pacifistas y antimilitaristas, colectivos de activismo climático, colectivos ecologistas, colectivos de migrantes, colectivos de personas racializadas, colectivos animalistas y antiespecistas, movimiento LGTBIQ+,…. Algunas de las ideas fuerza podrían ser:

  • Recuperación justa
  • Rescatemos a las personas, no los contaminadores
  • Volvamos con justicia social y ambiental
  • Poner la vida en el centro
  • Volver al mundo de antes no es una opción
  • La anterior normalidad era el problema

La propuesta concreta puede encontrarse aquí.

Hacerlo de forma temprana, tomándole la delantera dentro de lo posible a la extrema derecha y sus discursos xenófobos y anti-ambientales. Lanzamos una convocatoria para el día 5 de junio, el día Mundial de Medio Ambiente, desde la óptica de que la lucha ecologista y climática, la lucha por el respeto al medio en el que vivimos, tiene que ser una lucha sistémica que solo es posible desde la igualdad, la justicia, la redistribución de la riqueza y el respeto a los derechos humanos y al resto de especies con las que convivimos en el planeta.

Saldremos con un relato de cambio sistémico para dejar claro que no queremos volver a lo de antes. Ofrecemos una oportunidad de acción a tantas ganas contenidas durante el confinamiento de decir no solo que queremos otro mundo, sino que estamos determinados a que sea posible.

¿Por qué lo proponemos?

El deterioro acumulado de los servicios públicos, entre ellos el sistema público de salud, ha provocado un estrés añadido a la hora de hacer frente a la crisis sanitaria, demostrando que los recortes matan.

El confinamiento ha provocado pérdidas de empleo, ERTEs y situaciones de riesgo económico para buena parte de la población. Esta situación sólo va a agravarse en las futuras semanas y meses, cuando la crisis económica golpee de lleno, según todos los pronósticos.

El virus sí entiende de clases sociales: el confinamiento ha exacerbado las vulnerabilidades previas preexistentes. Las brechas económicas, sociales o digitales se han visibilizado como nunca. La pandemia ha puesto de relevancia, por ejemplo, quién tiene colchón económico y quien no o quien recibe cuidados y quién no puede ser cuidade.

Se ha evidenciado la falta de resiliencia de un sistema económico globalizado, altamente financiarizado y caracterizado por una hiperespecialización e hipermovilidad que es capaz de extender rápidamente pandemias pero no es capaz de responder a ellas con la misma eficacia. Se ha puesto de manifiesto la fragilidad de las cadenas de producción en situaciones de estrés y las dificultades para generar respuestas a corto plazo en un sistema guiado por el beneficio económico y la avaricia de unes poques.  Ello ha contribuído a un sentimiento de falta de seguridad a la hora de que el actual sistema pueda satisfacer las necesidades básicas.

Esto se inserta en un contexto más amplio de multicrisis sistémica que, a pesar del parón y de haber prácticamente desaparecido del panorama mediático, no se ha detenido y sigue su curso. Sus puntas de lanza son la crisis climática y la crisis de biodiversidad, que siguen siendo el mayor problema que enfrenta la humanidad. Estos días se ha visibilizado la creciente evidencia científica que muestra como una biodiversidad bien conservada es la mejor vacuna para evitar las pandemias.

La ciencia indica que es necesario reducir las emisiones de carbono del orden de un 7,6% anual. El parón económico debido a la pandemia no es evidentemente la forma  de conseguir estas reducciones, que necesitan hacerse con justicia social y poniendo en el centro una transición justa, que reconvierta los sectores causantes de las emisiones, sin dejar a nadie atrás. Atendiendo además a nuestra responsabilidad histórica es fundamental responder con contundencia para frenar la pobreza y las crecientes vulneraciones de Derechos Humanos ocasionadas en numerosos países del Sur global como consecuencia del mismo modelo de producción y consumo que nos han traido a la situación actual.

 La industria fósil, los sectores contaminantes como la automoción y la aviación, la industria química, etc están abogando por una desregulación ambiental y ayudas económicas.

Las respuestas de gobiernos -que han ido desde fijar un precio máximo para las mascarillas, establecer moratorias a las hipotecas, o saltarse sus propias reglas de techo de gasto, por poner alguno ejemplos- aunque claramente insuficientes, nos hacen ver que no es cierto que no exista capacidad de maniobra para revertir situaciones de pobreza e  injusticia social y poner en marcha mecanismos mucho más efectivos para afrontar las crisis de nuestro tiempo. 

Se están produciendo rescates económicos a las empresas contaminantes y las actividades económicas insostenibles, sin garantizar ni que esos rescates redunden en las personas trabajadoras ni exigiendo planes urgentes de reconversión. No se están sentando las bases de una salida social y ambientalmente justa de la crisis. Volver a la senda económica que nos ha traído a esta situación no puede ser la respuesta, como no puede serlo tampoco rescatar actividades que deberíamos estar enterrando.

 Al mismo tiempo estamos siendo testigos de la apuesta por parte de algunos sectores, incluida la extrema derecha, por retrasar las medidas urgentes para afrontar la crisis ecológica y retroceder en la lucha climática.

Un tercio de la población mundial está confinada en casa desde hace dos meses, un tiempo en el que hemos visto cómo se han reproducido diferentes iniciativas de apoyo mutuo y solidaridad internacional para que nadie caiga. También han surgido iniciativas de activismo digital. Pero la pulsión social que había en las calles hace unos meses exigiendo un sistema que pusiera la vida en el centro, a favor de la justicia social climática, se ha parado en seco.

 

Last modified: 27/05/2020